jueves, 14 de febrero de 2013

Capitulo 19



Año 2012

Sergio va a buscar a su hermano. Está frente a la casa de Cielo. Ahora nadie vive en ella. Se queda mirando en la ventana con tristeza. En frente, en lo que era el garaje de los Sanchís, hay una ferretería. De ella sale Sergio. Al ver a su hermano ensimismado mirando esa ventana se le acerca triste. Estaba enfadado con él pero le duele verlo triste. Le pone la mano en los hombros. Le habla con cariño.

--con lo que tú has sido y mírate ahora. Eres la sombra de lo que fuiste.

Luis mira a su hermano con amargura. Tiene los ojos llorosos.

--¿y qué fui? Un pobre tipo que sólo ha servido de objeto sexual. Ninguna mujer me ha tomado en serio.

--todas se volvían locas por ti.

--pero no era amor, todas esas chicas no hicieron más que aumentar mi frustración.

Luis está muy apagado y Sergio no soporta verlo así.

--antes no podías estar sin sexo y ahora ¿¡qué lo haces cada dos o tres años?¿cómo puedes vivir así?

--De eso hace muchos años y no me aportaba nada. No lo necesito. A veces no lo puedo evitar pero no me gusta que sea mi cuerpo el que me controle. No me apetece estar con una chica que no me aporta nada, que sólo me hace pasar un buen rato pasajero. Eso no hace más que aumentar mi malestar, darme cuenta de lo solo que estoy.

Sergio mira a su hermano con compasión. Le pone las manos en los hombros.

--estás solo porque quieres. Todas se enamoraban de ti, te han querido mucho.

Luis está frustrado y amargado:

--pero no ella.

Sergio lo mira resignado pero no dice nada. Entran en la tienda. Es de ambos aunque Sergio está solo en el negocio. A veces recuerdas la pasión que hubo en el lugar años atrás

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año 1992


Luis y Ana son dos bestias en celo. Dos cuerpos desnudos que se dan placer locamente. Ana ama y desea a Luis de una forma ardiente y en esos momentos de intimidad es cuando siente que le pertenece sólo a ella. Luis explota en el interior de ella. Se quedan los dos en ese lecho improvisado en el suelo del garaje testigo de tantas horas de sexo. Después de haberlo disfrutado, a Ana le gustaría quedarse abrazada a él pero a Luis no le gustan esos momentos de intimidad. Después de descargar lo que quiere es que lo dejen tranquilo. Se levanta totalmente desnudo. Tirando el condón usado al suelo.

--voy a buscar otro condón, luego seguimos pero prohibido hablar.

--si claro como siempre.

Ella lo mira hechizada. Se muere por él y haría cualquier cosa que él le pidiera sin cuestionarle nada.

--Me gusta mucho este juego tuyo, parece que eres otro. Es un juego excitante –dice ella que está lejos de sospechar la verdad.

Luis le guiña el ojo mientras apaga la luz que está al lado del pequeño lavabo. Dentro lo espera Sergio, desnudo, armado y calzado. Luis lo mira cómplice y Sergio con cara de degenerado. Se muestra muy ansioso. Va al ataque. Sergio es el que se acuesta con Ana en un polvo muy rápido mientras Luis se mira desnudo frente al espejo. Siente un placer especial al acostarse con la sobrina de su amada. Se hace la fantasía que es con Cielo con quien está. Es algo que le da mucho morbo acostarse con la sobrina pensando en la tía pero a solas se siente vacío. Tiene ganas de llorar. Es un chico muy guapo que tiene todo el sexo que desea y más pero está frustrado. No tarda en entrar un feliz Sergio sofocado.

--Ha sido fantástico como me gusta esta perra. Me tiene loco, me deja seco, ninguna me sacó tanta leche como esta guarra –dice flojito.

Luis se traga su tristeza y sonríe a su hermano:

--tarda en salir –le dice preocupado porque Cielo los vea salir a los dos y sospeche algo.

Sergio se queda en el lavabo. Luis sale desnudo. Enciende la Ana. Su chica está feliz y satisfecha pero quiere quedarse abrazada a Luis en el lecho pero Luis se empieza a vestir. Eso decepciona a la chica pero no la sorprende.

--¿ya nos vamos?

--si, ya sabes que trabajo y me quiero dar una ducha y descansar antes –dice Luis mientras se sube los pantalones.

--pero podrías descansar aquí conmigo–responde ella aunque sabe lo qué le dirá él.

--No puedo –responde él serio subiéndose la cremallera.

Ana no lo contradice porque está demasiado enamorada de él como para arriesgarse a perderlo. Se conforma con lo que él quiera darle, prefiere tener un poco de él a no tener nada. Luis se muestra algo brusco. Siempre es así después de tener sexo. Tras el momento de placer llega la frustración, le duele que no sea Cielo la que le haya hecho disfrutar. Va hacia la puerta con la camiseta en la mano. Ana se viste a toda prisa.

--espera ¿no? –se queja ella.

--pues date prisa –dice brusco y abriendo la puerta.

Luis espera a su novia frente a la puerta del garaje fumando. Sus ojos se clavan en la ventana de Cielo. Ahí está ella. Los dos se quedan mirándose en silencio. Luis no sabe si es casualidad o la mujer está siempre ahí mirando por la ventana. Luis mira a Cielo con desafío. Le gusta pensar que siente cosas por él pero luego recuerda que se va a casar y eso le duele. La fuerte mirada de Luis chulesca y desafiante penetra a Cielo y la hace estremecerse. El chico es muy atractivo. Cielo se dice así misma que debe salir de la ventana. No entiende qué sexto sentido la hace estar siempre ahí siempre que Luis está saliendo del garaje. No sabe si es algo más o una simple atracción sexual pero lo que sea es algo que la atormenta. También se muere de celos al saber que está con una chica. Se esconde al ver salir a Ana. Luis sonríe. Ha visto a su Cielo sofocada.

--¿qué te pasa, mi amor? –Ana a Luis.

Luis sonríe travieso.

--No, nada.

Se van abrazados. Luis está seguro que no le es indiferente a Cielo pero no entiende porque no se deja llevar en vez de casarse con otro. Cielo los ve irse escondida tras las cortinas. Llora llena de rabia y celos.

--¡Luis es un mujeriego, un chico de 20 años superficial y sin sentimientos que vive por y para el sexo¡ ¡¡yo no soy como una más de esas bobas que se dejan engañar¡

Pero está muerta por Luis y eso la atormenta. Cielo está ya lejos de la ventana. La sala está inundada de catálogos relacionados con la boda. A eso es a lo que se tiene que dedicar pero se le hace muy duro pensar en su boda cuando toda ella, todo su ser piensa sólo en Luis.

En el interior del garaje, Sergio se mueve desnudo.

--siempre me toca limpiar a mi –dice resignado mientras tira por el inodoro los preservativos usados tanto por él como por el hermano.

Recoge también las mantas. Aún huelen a Ana. Su aroma es inconfundible y eso excita al menor de los Sanchís.

--¡cómo me gusta esta perra¡ --dice cachondo.

Sólo quiere sexo pero ninguna mujer le ha hecho sentir tan macho como Ana. Aunque ella no lo sepa le excita acostarse con ella, le excita especialmente obligar a la joven a acostarse con dos hombres diferentes sin que ella lo sepa.

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